Comentario
A finales del Pleistoceno tiene lugar un brusco cambio climático y ambiental de considerables consecuencias en los sistemas de vida de los grandes cazadores y que desembocará en la domesticación de determinadas plantas. En América, es un proceso lento, gradual, con avances y retrocesos, pero de singular importancia para el desarrollo de la vida social compleja. Los cambios climáticos y en la biomasa aceleran la extinción de la megafauna, y el hombre orienta su economía de subsistencia a la explotación estacional de plantas, semillas silvestres, frutos y raíces y, de manera secundaria, a la caza de animales de tamaño más reducido: venados, conejos, tapires, roedores, y otros que hoy en día están representados en la fauna de la región.
Como consecuencia de este cambio alimenticio, se producen transformaciones tecnológicas de importancia: las puntas de proyectil se reducen en tamaño, y se adaptan a la caza de animales más pequeños y ágiles y, sobre todo, se relacionan con el propulsor de dardos, denominado "atlatl". Junto a ello, aparecen instrumentos de molienda que persistirán en la actualidad en los ajuares domésticos indígenas: piedras de moler (metates), manos y morteros; utensilios que conviven con otros de uso más antiguo: tajadores, raspadores y raederas.
Como son comunidades orientadas a la recolección de plantas, poco a poco elaboran una tecnología de almacenaje que incluye cestas, bolsas y contenedores para procesar alimentos: vasijas de cestería densamente urdidas para contener agua e introducir piedras incandescentes para cocer alimentos.
No disponemos de manifestaciones artísticas correspondientes a este período crucial de la prehistoria de América. Paulatinamente, estas bandas recolectoras experimentan con determinadas plantas como maíz, calabaza, frijol, tomate o pimiento hasta lograr su definitiva domesticación; junto con el éxito en la manipulación de plantas, se han producido cambios en el patrón de asentamiento consistentes en permanencias cada vez más dilatadas de las bandas en un mismo lugar, en particular en épocas clave de recolección; y con ello, alteraciones en la organización de la sociedad, ya que la conjunción en macrobandas durante la primavera y verano trajo consigo diferentes necesidades organizativas.
Es muy posible que los cambios ambientales y de orientación alimenticia originaran transformaciones ideológicas, por la nueva experiencia adaptativa de los pobladores del Arcaico, pero no podemos reconstruirlas ante la falta de evidencia y de realizaciones artísticas correspondientes a este período.
La experimentación con las plantas culminó hacia el 2500 a. C. con la consecución de la agricultura en Mesoamérica, un proceso que confluyó con los primeros asentamientos sedentarios y con el desarrollo de la cerámica. Comienza así una etapa definida en un principio por un patrón agrícola y la igualdad social, y que culminará con el establecimiento de los centros urbanos y de la civilización hacia el 150 d. C. En este dilatado momento, Mesoamérica sufre profundas alteraciones de tipo socioeconómico, político, religioso o intelectual, aunque no se producen avances espectaculares en tecnología.
Algunos de los fenómenos acaecidos en estos 2500 años son básicos para definir la civilización mesoamericana, y muchos de ellos confluyen en el desarrollo y la decadencia de la primera civilización en la región: la olmeca entre el 1200 y el 400 a. C.